«Diario de
Lloyd Lewis»
«13 de
junio de 2019»
Entrada número uno:
No sé qué es
lo que estoy haciendo. Me encontré este cuaderno de tapas de cuero en una
mochila abandonada en el maletero de un coche desbalijado en medio de la
carretera. En su momento, me pareció lo único de valor en todo el equipaje, e
incluso entonces solo pensaba en usarlo para prender el fuego. No soy de los
que escriben… o no lo era hasta ahora, mejor dicho. Me siento solo. A todos nos
pasa tarde o temprano, creo yo.
Llevo en la carretera
más de medio año. Cuando me largué, no esperaba que fuese a haber mucha
diferencia. Quiero decir, tampoco es que tuviese a nadie en la ciudad. Y ahora
me descubro echando de menos esa puta pila de escombros, pensando en ella como
en casa. Tiene cojones, desde luego. Hubo un tiempo incluso en que estaba deseando
largarme, encontrar un trabajo lejos, y ahora la echo de menos. Tiene cojones.
Llevo
caminando más kilómetros de los que puedo contar. A veces me da la impresión de
que va a ser para nada, que al final del camino solo me espera un «Jódete,
Lloyd» escrito bien grande en una valla publicitaria. Esas son las veces que
pienso en meterme en cualquiera de las casas de los pueblos fantasmas que me
voy encontrando, buscar una botella y tirarme en el sofá a vaciarla. Me sigue pareciendo
una idea cojonuda incluso ahora.
Por otro lado…
hice una promesa a un moribundo, y si hay promesas que haya que cumplir, son
precisamente esas.
Hace mucho
tiempo desde que me encontré a la última persona, muchos kilómetros. No
terminó bien. El cabrón estaba tan jodido que se me tiró encima con un cuchillo
en la mano. Lo que llevaba yo encima no le habría dado de comer ni dos días, y
mi ropa es una mierda, pero aún así lo hizo. Tuve que pegarle un tiro en la
cabeza, y aún con todo aún tengo una cicatriz en el brazo como recuerdo. El
mundo se ha ido al carajo, como decían en la ciudad.
He estado
pensando en ese tío al que maté desde entonces. No es que me sienta culpable,
ni nada. No lo creo, al menos. Me he estado preguntando cómo sería su vida
antes de toda esta mierda. A lo mejor tenía mujer e hijos, alguien que esperaba
que volviese con algo de comer. A lo mejor se sentía solo. A lo mejor había
estado solo tanto tiempo que tenía la cabeza jodida por dentro. No puedo
quitarme estas cosas de la cabeza. Me digo a mí mismo que no le habría
reventado la cabeza si no me hubiese atacado como un puto salvaje. La verdad es
que no sé si lo habría hecho o no.
Fue la
primera vez que maté a alguien.
Me gustaría
que fuese la última, pero me parece que no lo será. Es la primera persona
jodida de la cabeza que me encuentro, pero seguro que hay más por ahí. Mientras
siga caminando, seguiré viendo esta mierda. Y mientras tenga balas en la
pistola, seguiré luchando por mi puta vida y por seguir adelante. Pero cada día
que pasa me lo pregunto más a menudo: ¿merece la pena pasar por toda esta
mierda?
La verdad es
que no tengo ni puta idea. Lo que sé es que, antes de matar a ese cabrón, yo
era otro. Toda esa basura que dicen de que matar a alguien es algo que te
cambia resulta que no es tan basura como parecía. Pero solo puedes entender
esta mierda si te pasa a ti.
No sé si
merece la pena seguir andando. Pero, mientras lo pienso, sigo adelante. En la
mano llevo la brújula que me dio el tío al que le hice la promesa. Me dirijo al
este, siempre al puto este, y lo hago cruzando los dedos para que el viaje no
haya sido en vano.
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