jueves, 26 de junio de 2014

Lloyd (1)

«Diario de Lloyd Lewis»
«13 de junio de 2019»



Entrada número uno:

No sé qué es lo que estoy haciendo. Me encontré este cuaderno de tapas de cuero en una mochila abandonada en el maletero de un coche desbalijado en medio de la carretera. En su momento, me pareció lo único de valor en todo el equipaje, e incluso entonces solo pensaba en usarlo para prender el fuego. No soy de los que escriben… o no lo era hasta ahora, mejor dicho. Me siento solo. A todos nos pasa tarde o temprano, creo yo.

Llevo en la carretera más de medio año. Cuando me largué, no esperaba que fuese a haber mucha diferencia. Quiero decir, tampoco es que tuviese a nadie en la ciudad. Y ahora me descubro echando de menos esa puta pila de escombros, pensando en ella como en casa. Tiene cojones, desde luego. Hubo un tiempo incluso en que estaba deseando largarme, encontrar un trabajo lejos, y ahora la echo de menos. Tiene cojones.

Llevo caminando más kilómetros de los que puedo contar. A veces me da la impresión de que va a ser para nada, que al final del camino solo me espera un «Jódete, Lloyd» escrito bien grande en una valla publicitaria. Esas son las veces que pienso en meterme en cualquiera de las casas de los pueblos fantasmas que me voy encontrando, buscar una botella y tirarme en el sofá a vaciarla. Me sigue pareciendo una idea cojonuda incluso ahora.

Por otro lado… hice una promesa a un moribundo, y si hay promesas que haya que cumplir, son precisamente esas.

Hace mucho tiempo desde que me encontré a la última persona, muchos kilómetros. No terminó bien. El cabrón estaba tan jodido que se me tiró encima con un cuchillo en la mano. Lo que llevaba yo encima no le habría dado de comer ni dos días, y mi ropa es una mierda, pero aún así lo hizo. Tuve que pegarle un tiro en la cabeza, y aún con todo aún tengo una cicatriz en el brazo como recuerdo. El mundo se ha ido al carajo, como decían en la ciudad.

He estado pensando en ese tío al que maté desde entonces. No es que me sienta culpable, ni nada. No lo creo, al menos. Me he estado preguntando cómo sería su vida antes de toda esta mierda. A lo mejor tenía mujer e hijos, alguien que esperaba que volviese con algo de comer. A lo mejor se sentía solo. A lo mejor había estado solo tanto tiempo que tenía la cabeza jodida por dentro. No puedo quitarme estas cosas de la cabeza. Me digo a mí mismo que no le habría reventado la cabeza si no me hubiese atacado como un puto salvaje. La verdad es que no sé si lo habría hecho o no. 

Fue la primera vez que maté a alguien.

Me gustaría que fuese la última, pero me parece que no lo será. Es la primera persona jodida de la cabeza que me encuentro, pero seguro que hay más por ahí. Mientras siga caminando, seguiré viendo esta mierda. Y mientras tenga balas en la pistola, seguiré luchando por mi puta vida y por seguir adelante. Pero cada día que pasa me lo pregunto más a menudo: ¿merece la pena pasar por toda esta mierda?

La verdad es que no tengo ni puta idea. Lo que sé es que, antes de matar a ese cabrón, yo era otro. Toda esa basura que dicen de que matar a alguien es algo que te cambia resulta que no es tan basura como parecía. Pero solo puedes entender esta mierda si te pasa a ti.

No sé si merece la pena seguir andando. Pero, mientras lo pienso, sigo adelante. En la mano llevo la brújula que me dio el tío al que le hice la promesa. Me dirijo al este, siempre al puto este, y lo hago cruzando los dedos para que el viaje no haya sido en vano.

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