«Diario de Lloyd Lewis»
«20 de junio de 2019»
Entrada número dos:
Ya dije en la primera entrada que no era de los que escribían. Tampoco creo
que importe una mierda nada de lo que he visto en los últimos siete días:
desierto, casas desbalijadas, carretera… Esta mierda es la misma, día tras día.
El puto camino no ofrece precisamente la vista turística que tenía antes de que
todo se fuese al carajo. Ni merece la pena que escriba sobre todo eso.
Por lo menos, dentro de lo malo, parece que
avanzo.
He decidido hacer una parada en una gasolinera
que está tan desbalijada como todo lo demás en kilómetros a la redonda. No se
ve un alma por aquí. Me ha parecido un sitio cojonudo, pues no creo que nadie
se fije ya en este sitio.
El sitio estaba lleno de moscas, y apestaba a
muerto. Por desgracia ya he tenido el dudoso privilegio de oler más muertos de
los que me gustaría. Una revisión rápida con la pistola en una mano y el
cuchillo en la otra, y ya he descubierto al responsable: un fiambre en la
trastienda. El sitio estaba hecho una mierda, con agujeros de bala en las
paredes y todo tirado. Al desgraciado le habían metido un tiro en la cabeza, y
una media docena más por todo el cuerpo. Menuda chapuza.
Saqué al tío de ahí, aunque estaba lleno de
moscas, gusanos, y la peste casi me hizo llorar. Le llevé a la parte de atrás y
le prendí fuego usando una de las latas de gasofa que aún tenía algo dentro. El
olor mientras se quemaba casi me hizo vomitar.
Ahora el tío ya no arde, y de él solo quedan
huesos negros echando humo. Esto es una mierda, pero no puedo dejar de pensar
que algún día me tocará a mí. Cuando llegue ese momento, ¿algún menda me hará
el favor de plantarme fuego o de darme un puto entierro digno? A lo mejor, pero
me parece que primero me vaciarían los bolsillos, y puede que hasta se quedasen
con lo que llevo puesto. Así es este puto mundo ahora.
No puedo dejar de preguntarme quien cojones
era ese tío. Sé que pensar esa mierda solo hace las cosas más difíciles y todo
eso. Me han dicho un montón de veces que lo evite, que esa mierda te jode por
dentro, pero no puedo evitarlo. ¿Quién cojones era ese tío? ¿Por qué lo mataron
a tiros? ¿Fue para robarle? ¿Fue él el que entró a robar y le mataron? ¿Intentó
hablar con los tíos que lo acribillaron a balazos antes de que lo hicieran?
A lo mejor lo intentó, no lo sé, pero como
dice esa canción que no sé cómo coño se titula y que oí hace tiempo, «El
respeto no vale nada cuando se disparan las armas.»
En la gasolinera no quedaba una mierda. Debajo
del fiambre, además de un montón de putas ratas, había un cartucho de
perdigones. Eso me sugiere que el desgraciado tenía una escopeta, que
seguramente ya estará en el culo del mundo en estos momentos, en manos de los
que le vaciaron los cargadores encima al hombre. Me quedé con el cartucho, de
todas formas; la munición es valiosa. También me las arreglé para cazar una
rata.
La rata se está asando en el fuego, y ese
perro sigue mirándome de lejos, desde la carretera. Es un pastor alemán de
pelaje dorado, flaco como un puto fantasma. Seguro que tiene hambre. Tal vez
fuese del fiambre al que quemé. Pobre animal. Pienso ofrecerle algo de comer cuando
termine de comer yo.
Mientras tanto, me mira y yo le miro. Su
cuerpo está jodidamente débil, pero en sus ojos castaños hay algo. Lo que se
llama determinación, supongo. Creo que ese bicho es un superviviente.
De repente no me siento tan solo.
Me ha gustado más la segunda que la primera y esta revisión se hace mucho más amena que lo anterior, sin duda. Continúa, que está molando :)
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