«Diario de Lloyd Lewis»
«24 de junio de 2019»
«24 de junio de 2019»
Entrada número tres (Parte 2):
El viejo abrió dos cervezas cuando estuvimos sentados a la mesa del salón de la casa. En la chimenea aún había bastante leña, y el fuego había calentado el cuarto. Las sombras de los tres que estábamos ahí, tanto los dos hombres como el perro, se alargaban y bailaban en las paredes. Debían ser cerca de las dos de la madrugada, y por eso se me hizo bastante raro que el viejo anduviera por ahí en ese pedazo de chatarra suyo.
El viejo abrió dos cervezas cuando estuvimos sentados a la mesa del salón de la casa. En la chimenea aún había bastante leña, y el fuego había calentado el cuarto. Las sombras de los tres que estábamos ahí, tanto los dos hombres como el perro, se alargaban y bailaban en las paredes. Debían ser cerca de las dos de la madrugada, y por eso se me hizo bastante raro que el viejo anduviera por ahí en ese pedazo de chatarra suyo.
"Andaba
buscando provisiones." Me dijo que eso lo llevó a un pueblo a doce
kilómetros de esta urbanización. "To' se acaba, y cada vez voy más lejos.
Por eso se m'hizo de noche."
La
cerveza estaba caliente y era una mierda de marca blanca. El viejo las había
pillado en una gasolinera a unos cuatro kilómetros de la urbanización. Aún así,
me supo de puta madre, y beberla con alguien fue lo mejor. Alguien que no
intentaba hacerme picadillo con un puto cuchillo, o reventarme el pecho con esa
escopeta, quiero decir.
El
viejo me habló de este sitio. Me dijo que era una de esas mierdas de barrios de
ricos. "Iba a ser una ciudad. Los ricachones pagaron un dineral pa' tener
las primeras casas. Todas estaban llenas de latas y mierdas d'esas. Y tien
generadores." Al parecer, la ciudad no se llegó a terminar. Todo se fue al
carajo antes, y solo quedaron tres manzanas de casas, un puñado de materiales
de contrucción y solares levantados. Ni una puta tienda había.
"Sos
cabrones tenían de to. El cacharro n'el que vengo es un Mercedes. ¡Un
Mercedes!" El viejo me contó que le había parecido un sitio cojonudo en el
que vivir. Ni una puta persona pasaba por allí. Y el viejo cabrón tiene razón:
es un sitio cojonudo. Ni yo me hubiera acercado, pero me hizo falta. "¿Y
tú qué, chaval? ¿D'onde vienes tú?"
Le
dije lo que había. Le conté toda la mierda que había pasado en la puta pila de
escombros que algunos aún llamaban ciudad. Le hablé un poco del sitio, pero no
hay mucho que decir. Seguro que, si vuelvo algún día, ya no quedará ni Dios
allí. Ya había hambre cuando me fui, y los pocos cabrones que quedaban no
parecía que fuesen a largarse en busca de un sitio mejor. Las enfermedades y el
hambre los matarían.
Es
jodido que le dijese esas cosas al viejo, pero más jodido aún es que las
pensara de verdad. Es jodido porque son los pocos amigos y vecinos que me
quedaron. Los demás murieron cuando todo se fue al carajo, o enfermaron y
murieron. Algunos son buena gente. Otros son unos gilipollas. Pero en estos
momentos pienso en ellos, buenos y cabrones, y lo que les pase me importa una
mierda.
"¿Y
a dónd'ibas? ¿Por qué te fuiste de la ciudad?" Su pregunta fue razonable,
no lo niego. Pero no dije la verdad. La verdad es una gilipollez, y cada día lo
tengo más claro. Le dije una mentira.
"Los
pocos que llegaban a la ciudad comentaban que al este del país quedaba un sitio
con electricidad, dónde no todo se fue al carajo." Le dije después de
pensar un poco. "Algunos de los más jóvenes ya se largaron antes que yo.
Cuando se murió mi viejo, me di cuenta de que no tenía una mierda que
perder." Eso último sí es verdad.
Al
viejo le convenció lo que le dije. No sé qué es lo que pensó, pero me imagino
que se pensó que he perdido la chaveta. Cada día que pasa, más cierto me
parece. Alguien con la cabeza amueblada no se hubiera movido de la puta pila de
escombros. A lo mejor acababa muerto de hambre o de enfermedad, sí, pero al
menos lo haría en una puta cama y no en una puta carretera. Moriría cómodo.
"¿Y
ahora que vas hacer?" Preguntó el viejo. "¿Vas a seguir
p'alante?"
Me
quedé pensando en esa pregunta unos segundos. La verdad es que el camino es una
mierda, y estas casas están de puta madre. Sigo sin saber qué cojones haré. No
lo sabía cuando le contesté eso mismo al viejo. El cabrón de la escopeta, que
tenía una barba gris tan larga como la del puto Santa Claus, se rió otra vez a
carcajadas ruidosas. Me sugirió que, mientras pensaba en ello, podía tener el
culo bajo techo. Con esta mierda de lluvia, que seguramente durará todo el día
de mañana, la idea no me pareció mala.
"Quédate,
chaval." Insistió el viejo mientras se levantaba. "Me llamo
Hiram."
El
viejo me tendió una mano llena de callos y arrugas, casi parecía de piedra. Se
la estreché. "Yo me llamo Lloyd."
Hace
ya cosa de media hora que el viejo se largó a su casa, y aún sigo dándole
vueltas al tema. El viejo parece buena gente. Igual le puedo dar una
oportunidad a esta mierda antes de seguir adelante.
Daño
no me puede hacer.
Está quedando bien :) este ha sido el capítulo que más me ha gustado hasta ahora
ResponderEliminarMuchas gracias, y me alegro de que el resultado haya sido bueno :)
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