jueves, 10 de julio de 2014

Lloyd (3)

«Diario de Lloyd Lewis»
«24 de junio de 2019»




Entrada número tres (Parte 1):


Es la primera vez que llueve en casi un mes. Es jodido que no llueva en la carretera, es algo que he comprobado con la experiencia, y la verdad es que se agradece. Ya por la mañana el cielo estaba gris, pero no pensaba que fuera a llover de esta manera. Parece el puto diluvio universal.
 
Tuve suerte de encontrar este sitio. Quiero decir, claro que agradezco la lluvia, pues empieza a hacer un calor de los cojones, pero no me ayudaría una mierda ponerme enfermo ahora. Aún así, llegué empapado. Me pasé como diez minutos fuera, agachado en un montículo de hierba debajo de un árbol, vigilando con los prismáticos la urbanización. Las ramas y las hojas del árbol no hicieron una puta mierda. Solo cuando me aseguré de que no había movimiento por los alrededores fue cuando me atreví a acercarme. Ponerme enfermo es jodido, pero más jodido sería encontrarme con algún desgraciado como el de la última vez.

No tardé mucho en encontrar una casa en la que esconderme. No busqué mucho, pues me estaba mojando el culo, pero tuve la precaución de esconderme en una de las casas más alejadas de la carretera. Cualquiera podría ver el fuego a través de las ventanas de la primera línea de casas, pero no de esta. Y encender la chimenea con los trozos de una estantería me hizo mucha falta, sobre todo ahora que es de noche y empieza a refrescar.

Había ropa en el armario del piso de arriba. No es mucha cosa, una camisa a cuadros y unos pantalones algo grandes, pero me sirvieron. Mi ropa se seca encima de un par de sillas junto a la chimenea. Ahí también está el chucho, que no dejó de seguirme a una distancia prudencial desde que me lo encontré en la gasolinera. Un animal desconfiado, y bien que hace, pero se ve que no soy el único al que estar solo le parece una mierda.

El perro y yo estuvimos muy tranquilos todo el día. No se oyó una puta mierda hasta que cayó la noche. Cenamos los restos de una lata que abrí al mediodía, una especie de guiso de ternera insípido. Planeaba rebuscar por la mañana en el resto de las casas algo de comer. Hasta pensaba en quedarme unos días aquí. El sitio está bastante bien.

Pero entonces me quedé dormido en el tresillo. El perro también dormía, aunque él prefirió la butaca. Tuve otra vez esa mierda de pesadilla en que le reviento la cara a ese tío una vez más y el desgraciado no muere, sino que levanta su culo del suelo con la cabeza reventada y se tira sobre mí y me come a mordiscos, como un puto zombi. Me desperté justo cuando el cabrón iba a morderme la cara, y me encontré con que el perro estaba tenso, con las orejas levantadas mirando la ventana. Y casi al momento, sin darme tiempo para despertarme del todo, un chorro de luz fuera de la casa, pasando por delante de la ventana.

Un coche. Los faros de un coche. Pensé eso y me tiré al suelo, sacando la pistola. Entonces se escuchó el ruido del motor del coche en cuestión. Coche que fue a pararse delante de la puta casa. Puta coincidencia. Oí la puerta del coche abrirse y cerrarse, y luego alguien andando por la acera. No me asomé a mirar, y no me moví para apagar el fuego. Iba a servirme de una puta mierda hacerlo, así que seguí escondido.

Poco después, oí la puerta de atrás, la de la cocina, abriéndose. Reconozco que los cojones se me pusieron en la garganta en ese momento. Ya estaba viendo que me vería pegándole un tiro a alguien más, o llevándome yo el tiro y acabando en una zanja. Me moví hasta el pasillo y me escondí detrás de la puerta. El tío estaba ahí, fuera quien fuera, así que salí de mi escondite con la pistola en alto.

Y me encontré con una puta linterna apuntándome a los putos ojos y dejándome jodidamente ciego. Eso me podría haber costado la puta vida, pues el cabrón tenía una escopeta de dos cañones. No la vi en ese momento, pero la vi después. Y cuando me di cuenta de que estaba jodido, el acojone que me entró cuando le escuché entrar se quedó en nada comparado con el acojone que tuve en ese momento. Iba a palmar, así de simple, y todo el puto camino habría sido para nada.

Pero el tío, que era un viejo, se empezó a reír. No supe de qué coño se reía hasta que paró de reírse después de dos minutos. Y al parecer le resultaba jodidamente gracioso encontrarme allí. La primera persona que veía en meses, según dijo. Pensaba que ya no quedaba nadie vivo por allí. Cuando le pregunté si me iba a matar, el viejo volvió a echarse a reír durante otros putos dos minutos. Entonces, dejó la escopeta a un lado y alumbró con la linterna la bolsa que llevaba en la otra mano, llena de latas, y me preguntó si quería una cerveza.

Una puta cerveza. Joder. Estuve a punto de volarle la cabeza cuando lo vi por primera vez, y tuve ganas de hacerlo otra vez en ese puto momento por el susto que me metió. Pero no le pegué ningún tiro, y me guardé la pistola.

Hacía tanto tiempo que no bebía una birra como tiempo llevaba en la puta carretera. Claro que quería una, joder.

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